domingo, 20 de octubre de 2013

Comunicar la gestión de riesgos



Por: Adelfo Solarte

Cuando invocamos el concepto de comunicación en el de por sí complejo campo de la gestión integral de riesgos ante desastres socionaturales y tecnológicos, se perfilan varios caminos gruesos que intentan recoger la importancia que esos mecanismos comunicacionales puedan aportar.
Para decirlo de forma más concreta, esos caminos intentan decirnos para qué nos sirve la comunicación en la gestión de riesgos de desastres.
Una primera ruta es la de permitir el diálogo entre los distintos actores que se ocupan de hacer gestión de riesgos. La gestión de riesgos, como sabemos, es un conjunto de estrategias dirigidas no a la atención de los desastres sino a manejar de una forma humana y socialmente aceptable el riesgo de que tales desastres se manifiesten. Por lo dicho, la gestión de riesgos basa buena parte de sus estrategias en la prevención y mitigación.
Ya este aspecto prospectivo ha sido advertido en las últimas tres décadas por distintos expertos en la gestión de riesgos, al igual que por los organismos  que  se ocupan del tema. Siendo así, pareciera que  algunas cosas  se deben hablar, a  algunos acuerdos se debe llegar, algunos asuntos se deben tratar entre aquellos que hacen la gestión de riesgos con miras a evitar los desastres.
Para todos estos escenarios la comunicación es una buena herramienta ya que permite conversar, decirnos, discutir, acordar. Sin esta comunicación las posibilidades de llegar a algún tipo de consenso son humanamente imposibles ya que nuestra capacidad social de interactuar está basada en mecanismos de comunicación y de su eficiencia.
Hay otro camino que nos habla del uso de la comunicación en la gestión de riesgos. Es el que  surge no ya entre los actores sino el que dirige la discusión hacia los públicos masivos, hacia la audiencia, para  lo cual la comunicación basada en medios de amplio rango de incidencia  pública juega  un papel preponderante.
Es lo que en su momento Kofi Annan reflexionaba. El decía que a  estas alturas  “la comunidad científica comprende la importancia de la relación que existe entre los desastres naturales, los cambios climáticos y el uso de la tierra” pero que ahora el gran reto que se le planteaba a los que hacen gestión de riesgos es  el de “comunicar de modo más efectivo este conocimiento a los ciudadanos y a los políticos con capacidad de emitir leyes”.
Antonio Pasquali, uno de los más reconocidos comunicólogos venezolanos,  afirma que la comunicación “Es la relación que - prescindiendo del medio o aparato utilizado para facilitarla – comporta el uso de canales naturales en las fases extremas de envío-recepción, un proceso de elaboración y comprensión mental del mensaje enviado-recibido, la producción de efectos de convivencia, y una situación de auténtica acción recíproca entre agente y paciente, entre transmisor-receptor de mensajes o interlocutores”.
Del anterior concepto nos interesa resaltar el hecho de que la participación mediática no ha de verse como un elemento restrictivo o aparte de aquella comunicación que se da de forma más cercana entre los actores digamos primarios  de la gestión de riesgos. Como bien lo apunta el experto, más allá de los aparatos hay componentes humanos antes y al final de la ecuación comunicacional.

Al final, dos caminos y un solo propósito: construir el  escenario que permita la posibilidad de decirnos hasta dónde estamos dispuesto a aceptar que las amenazas y nuestras vulnerabilidades se combinen como antesala al desastre.

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