La semana
pasada en este espacio pusimos la mirada en el elemento memoria. Es decir, en
recodar aquello que la historia nos ha dejado como ejemplo de desastres. En esa
ocasión el tema sísmico ocupó ese ejercicio de recordación. Hoy lo hacemos con
tres eventos hidrometeorológicos que, conjugados con nuestras condiciones
geográficas, se erigen como las crecidas que nos marcaron.
Un aspecto de los efectos de las crecidas generadas por la vaguada de febrero de 2005 sobre el Valle del Mocotíes.
Adelfo Solarte
“Si
hiciéramos el ejercicio de pensar cuál es la fuente primaria de la
vulnerabilidad, cuál es el origen primario del que emanan todas las demás
vulnerabilidades, pudiéramos atrevernos a sugerir que las fuentes de éstas
descansan en la ignorancia y el olvido. Una ignorancia que nos impide saber
cómo convivir mejor con el territorio que ocupamos y sus dinámicas, y un olvido
que impide que asimilemos las lecciones que en nuestros países han dejado los
desastres del pasado”.
Así
lo explicaba, llano y claro, el doctor Alejandro Liñayo, experto en el tema de
la gestión del riesgo, ex Viceministro de Protección Civil y fundador del
Centro de Investigación en Gestión Integral del Riesgo (Cigir). Liñayo se
refería a esos dos males que inciden en la recurrencia de los desastres: la
ignorancia y el olvido.
En
cuanto al olvido, recordar, refrescar, hacer memoria, puede ser una buena
medicina, sobre todo en aquellas partes del mundo en la que es más o menos
cíclica la ocurrencia de desastres.
Mérida,
por ejemplo, posee una configuración geográfica que la hace susceptibles a los
llamados movimientos de masas. Si además tomamos en cuenta el factor lluvia,
tendremos razones para suponer que es muy alto el riesgo ante desastres del
tipo hidrometeorológicos.
Así
ha pasado varias veces en nuestra historia reciente. Mencionamos tres de esos
eventos, a los cuales no debemos olvidar, so pena de caer de nuevo en el dolor.
Número
1/ TRAGEDIA DEL VALLE DEL MOCOTÍES
El
11 de febrero del año 2005 se produjeron fuertes precipitaciones a lo largo de
la costa norte de Venezuela y la región andina con mayor incidencia en el
estado Mérida.
Acá
en Mérida, ya algunas comunidades habían manifestado su preocupación con anterioridad
ante las fuertes precipitaciones que sucedían.
Las
vías terrestres hacia Caracas (La Autopista Rafael Caldera, la carretera
trasandina, entre otras), comenzaron a manifestar deterioro rápidamente debido
a escombros que obstaculizaban la superficie.
Alrededor
de las nueve de la noche bajó un alud que cubrió todas las carreteras y zonas
circundantes, múltiples ríos se desbordan, provocando que la zona quedará
totalmente incomunicada por varios días ya que las condiciones atmosféricas no
permitirían el ingreso de helicópteros de la Fuerza Aérea Venezolana.
Durante
varios días toda la zona del Valle del Mocotíes estuvo incomunicada y empezaron
a conocerse balances intermitentes de lo que sucedía. No obstante, una vez
conocido el impacto de las crecidas, se confirmó la muerte de centenares de
personas. Se llamó la Tragedia del Mocotíes aunque fue la comunidad de Santa
Cruz de Mora la más afectada. Tovar, San Francisco, Bailadores, Zea también
fueron gravemente afectadas por estas crecidas. Es, sin duda, el mayor desastre
sufrido en el estado Mérida en las últimas décadas.
NUMERO
2 / CRECIDA DE PUEBLO LLANO Y SANTO DOMINGO
El
día lunes 3 de junio del año 2003 buena parte del páramo merideño sufrió la que
se dio luego en llamar tragedia de Pueblo Llano y Santo Domingo, ocurrida precisamente un 3 de junio, cuando,
en horas de la madrugada, una crecida torrencial arrasó con varias viviendas en
algunas comunidades parameras, dejando
más de 30 muertos, varios desaparecidas y cuantiosas pérdidas materiales.
La
capital del municipio Cardenal Quintero, Santo Domingo, y zonas aledañas,
vivieron una tragedia el 3 de junio del año 2003, producto de crecidas
torrenciales.
San Pedro desapareció
Otra
de las tragedias que mayor impacto han tenido en suelo merideño ocurrió esta
vez hacia la Zona Panamericana, espacio geográfico sujeto a frecuentes
inundaciones y crecidas en épocas de lluvias. En la zona de San Pedro, el río del mismo nombre se
desbordó en el año 1987. Se estima que 50 personas murieron ahogadas en esa
tragedia.
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