Un aspecto de los daños ocasionados por el Terremoto de 1894 en la iglesia de Tovar
El
28 de abril del año 1894 la ciudad de Mérida, y en general toda la zona andina
de Venezuela, sucumbió ante el peor sismo que recuerden sus habitantes.
Aunque
hay relatos de un cataclismo ocurrido en 1610, cuando la población era escasa y
disgregada, fue el Terremoto de 1894 el que con mayor dureza ha puesto de
manifiesto las vulnerabilidades heredadas y las que nosotros mismos habíamos
construido hasta ese luctuoso 1894.
Jaime
Lafaille y Raúl Estévez, ambos reconocidos científicos que trabaja en la Fundación
para la Prevención del Riesgo Sísmico (Fundapris) de la Universidad de Los
Andes y para el Centro de Investigación en Gestión Integral del Riesgo (CIGIR),
en el escrito “Sismicidad y prevención
sísmica en los andes venezolanos”, nos presentan algunas consideraciones a la
hora de hacer lectura de las historias escritas que produjo aquel evento
natural.
“El
último gran terremoto registrado en los Andes Venezolanos fue el evento de
magnitud 7 ocurrido el 28 de Abril de 1894, con un epicentro cercano y al
suroeste de Mérida. En esta oportunidad murieron unas 350 personas y varias
poblaciones y aldeas fueron destruidas dentro de una amplia región comprendida
entre Tovar y Mérida por el sureste y la zona sur del Lago de Maracaibo por el
noroeste”. Agregan los sismólogos que en
esa oportunidad fueron destruidas las poblaciones de “Tovar, Santa Cruz de
Mora, Mesa Bolívar, Chiguará y Mérida, por mencionar sólo las más importantes”.
Además,
basándose en datos aportados por Centeno
Grau (1940) estiman que el área afectada por las ondas sísmicas abarcaron una
superficie de unos siete mil kilómetros cuadrados, abarcando desde Trujillo en
Venezuela, donde se derrumbó la torre de la iglesia de San Francisco, hasta
cerca de Pamplona (en Colombia), siendo especialmente intenso en la región
comprendida entre Bailadores y Tabay (en ambas pueblos se derrumbaron las
iglesias)”.
Complementan
sus datos, tanto Lafaille como Estévez, con el hecho de que en el presente, “toda
la zona de fallas de Boconó, desde la depresión del Táchira en su extremo
suroeste hasta el Mar Caribe al noreste, es sísmicamente activa. La mayoría de
los eventos más grandes se alinean bien con la traza principal de la Falla de
Boconó, mientras que los más pequeños, así como unos pocos grandes, están
dispersos dentro de un corredor de varias decenas de kilómetros de ancho,
adyacente a esta traza, lo que indica que muchas de sus fallas subsidiarias son
igualmente activas”.
La
realidad es que esta semana, cuando Mérida recuerde los 121 años del Terremoto
de 1894, no sólo tenemos que hacer un gesto de respeto al pasado, sino definir,
con mayor respeto, qué vamos a hacer ante el futuro.
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