Hasta ayer
domingo 4 de octubre en la noche, la cifra de muertes rondaba las ochenta pero
para los cientos de rescatistas queda claro que esa cifra está detenida por las
toneladas de tierra, piedras y vegetación que cayeron sobre El Cambray II. Pese
a las claras advertencias de la propia naturaleza y las autoridades, la
vulnerabilidad social, aupada por la pobreza, ganó la partida.
Las autoridades temen lo peor: que sean cientos los muertos.
Días
de intensas lluvias habían preparado el terreno. Y la zona, vulnerable, no
aguantó más.
Sobre
las 9:30 de la noche (hora local de Guatemala) del jueves el deslizamiento de
tierra se hizo inevitable. Parte de un cerro de unos 100 metros de altura
colapsó y arrasó con la humilde localidad de Santa Catarina Pinula, a 15
kilómetros al sur de Ciudad de Guatemala.
El
balance hasta ahora deja 79 muertos y cerca de 500 desaparecidos cuyo destino
es incierto.
En
el segundo día de operaciones, los equipos de rescate trabajan contrarreloj
para dar con los desaparecidos: 450, de acuerdo con el último informe de la
Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred).
El
sábado el Ministerio Público informó que habían trasladado 55 cadáveres hasta
una morgue provisional. Pero esa cifra no se detuvo allí.
La
portavoz del Ministerio Público, Julia Barrera, indicó a periodistas que sólo
24 de las víctimas mortales han sido identificadas, mientras que de las
restantes solo se han recuperado partes.
Al
cierre de la tarde del sábado, Conred confirmó que la cifra de fallecidos subió
hasta 79.
Las
autoridades ya aseguraron que la cantidad de muertos sólo irá en ascenso.
"El
número de fallecidos, desafortunadamente, creemos que será mayor",
advirtió en conferencia de prensa el encargado de Conred, Alejandro Maldonado.
El
alud dejó también 34 heridos, otras 48 personas se encuentran en albergues y
125 viviendas sufrieron un daño severo en el caserío de El Cambray II en Santa
Catarina Pinula.
Zona de riesgo
Las
autoridades aseguraron que ya en 2008 habían advertido a los residentes de esta
zona que se trataba de un área de riesgo y habían dado el último aviso a fines
del año pasado.
Ese
informe de la dependencia, solicitado por las autoridades de la localidad, daba
cuenta de la inestabilidad del terreno debido a la erosión que afectaba a las
laderas del cerro.
Con
el tiempo, las crecidas del río Pinula, que corre por el fondo del cerro, había
hecho que el área sufriera de "socavación y erosión en terrenos y
viviendas", de acuerdo a ese reporte oficial.
Pero
nada cambió. Menos de un año después, la tierra dijo basta.
La
intensa temporada de lluvias, que comenzó en mayo y ha dejado casi medio millón
de damnificados, terminó de desencadenar el horror.
La
cantidad de personas que se encontraba en la zona en el momento del deslizamiento
no está clara.
"Esta
es una de las tantas tragedias que pasan en Guatemala (...) somos muy
vulnerables a este tipo de catástrofes y se han producido por todas
partes", aseguró el titular de Conred.
El
funcionario aseguró que el alud se dio por una "combinación de
factores", entre los que mencionó la erosión y drenajes
"ilegales".
Y
el temor de que vuelva a ocurrir algo similar está presente.
Se
calcula que hasta 300.000 personas en el área metropolitana de la capital
residen en condiciones similares a las de la localidad de Santa Catarina
Pinula.
Son
más 230 los asentamientos considerados "de riesgo", ubicados en
barrancos o laderas de tierra inestable.
El
año pasado la temporada de lluvias, de mayo a noviembre, se cobró la vida de 29
personas y afectó casi 10.000 hogares.
La
de este año ya es más mortífera. Y el saldo será aún más trágico. / Texto
parcialmente tomado y editado desde su sitio original en:
Bomberos,
militares, socorristas y voluntarios, unas 1.200 personas en total, participan
de las tareas de rescate.
La misma historia,
otros escenarios
Pero
lo ocurrido en Guatemala esta semana no dista mucho de la realidad urbana de
muchas ciudades latinoamericanas y venezolanas. Acá mismo en el estado Mérida,
la historia ha corroborado que estamos en una zona propensa a fenómenos
conocidos como movimientos de masa, que pueden ser activados por lluvias,
sismos y por la propia dinámica geológica. Son otros nombres de pueblos y
ciudad pero es la misma historia: el riesgo que advierte y el desastre que se
lleva las vidas.
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