Por: Adelfo Solarte
El español Fernando Savater, uno de
los más reconocidos filósofos de nuestros días, suele colocarnos contra las
cuerdas con sus diáfanas reflexiones sobre temas de naturaleza profunda. La
libertad, por ejemplo.
En su famoso texto Ética para Amador,
Savater explica que los seres humanos “podemos decir sí o no, quiero o no
quiero”, ya que “nunca tenemos un solo
camino a seguir sino varios”. Es decir -
siempre con Savater - a diferencia de cualquier otra especie, los seres humanos
podemos optar por algo que no esté en el
programa.
La libertad se traduce, pues, en
alternativas, caminos, opciones, colocadas delante de nuestras vidas y de las
que somos libres de elegir. Ahora bien, Savater aclara que pese a que es cierto
que “no podemos hacer cualquier cosa que
queramos”, también es cierto que
“no estamos obligados a querer hacer una sola cosa”.
El filósofo nos orienta en este punto
y nos precisa dos facetas de la libertad: No somos libres de elegir lo que nos
pasa (haber nacido, cumplir año en tal fecha, padecer de cáncer) sino libres
para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (ser prudentes o
temerarios, vengativos o resignados). Lo otro es que esa libertad nos abre la
posibilidad de intentar “algo” pero no tiene nada que ver con el hecho de
lograr ese “algo” de forma indefectible.
Por lo tanto, una forma para poder
sacar el mayor provecho de nuestra libertad es mejorar nuestra capacidad de
acción, según plantea Savater. Y de forma simpáticamente didáctica lo explica
así: “Soy libre de querer subir al Monte
Everest pero dado mi lamentable estado físico y mi nula preparación en
alpinismo, es prácticamente imposible que consiguiera mi objetivo”. El filósofo
concluye esa parte de su disertación recalcando que si bien hay cosas que dependen de nuestra voluntad (y eso
es ser libre), “si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi
libertad se estrellará una y otra vez contra
lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre… aunque me escueza”.
La libertad, en suma, es consustancial
al ser humano y aunque plantea la posibilidad del equívoco, podemos
capacitarnos para elegir la opción, el camino, más conveniente para nosotros.
Esa libertad es, a fin de cuentas, una opción ética.
Y
ya que Savater habla de caminos y alternativas, en un aparte del sabroso libro
“Auge, caída y levantada de Felipe Pinillo, mecánico y soldador o yo voy a
correr riesgo” (Guía de la red para la gestión local del riesgo), el abogado y
comunicador colombiano Gustavo Wilches-Chaux presenta a la gestión del riesgo
precisamente como “el camino hacia el desarrollo sostenible”. O, para decirlo
de otra forma, un buen camino, el que nos conviene.Wilches-Chaux pone como telón de fondo el tema de la libertad que tiene la sociedad actual en cuanto a tomar la "decisión" sobre la ruta que deba seguir un proceso en la disyuntiva peligro-oportunidad.
En este contexto de decisiones, el comunicador colombiano no deja dudas de que cualquier alternativa, acertada o cuestionable, “está en manos de los actores sociales”. Por eso recalca el hecho de que si el proceso opta por una u otra dirección, no dependerá “de factores ‘automáticos’ o espontáneos,
sino de las aptitudes (capacidades) y actitudes (conductas) de quienes en un momento dado y desde una u otra posición, son los protagonistas del proceso”.
Termina planteando Wilches-Chaux que la gestión del riesgo es “una herramienta de decisión y de administración (…) una herramienta que permite convertir las amenazas y los factores de vulnerabilidad en oportunidades de cambio positivo: pasar del riesgo global a la sostenibilidad global”.
Sé que no lo hicieron, pero Savater y Wilches-Chaux parece que se hubiesen puesto de acuerdo para decirnos que cualquier escenario que no se nos venga encima es de única y exclusiva responsabilidad humana. Suya, mía…de todos.
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