Por
estos días de noviembre una vez la
lluvia nos visita con intensidad. Esa lluvia
por lo general suele ser polémica. A los
poetas, románticos y
melancólicos les suele agradar. Los niños por lo general gozan un mundo corriendo bajo la lluvia. Otros, sin embargo,
la odian. Incluso cuando llueven dicen que hay “mal tiempo”.
Ante todo partamos de lo más básico: ¿Qué es la lluvia? La definición más elemental
nos indica que la lluvia es un fenómeno atmosférico. Lo de atmosférico es
porque se produce allá arriba, en la atmósfera, esa capa de gas que rodea
nuestro planeta.
Ahora bien, la lluvia es un fenómeno atmosférico de
tipo acuático y aunque parezca una
necedad decir que es acuático (relativo al agua) la precisión es absolutamente necesaria
ya que en vez de gotas podemos tener copos de nieve o incluso granizo.
Lo que sí es cierto es que en todos los casos es
una precipitación -
caída - de agua en forma de
gotas. Estas gotas han sido medidas para tener el honroso título de gotas de lluvia: deben tener un
diámetro mínimo de 0,5 mm. Con este tamaño caen a la tierra por la gravedad a
una velocidad superior a los 3 metros por cada segundo, es decir unos
respetables 33 kilómetros por hora, más o menos.
Por cierto, se sabe de unas gotas (o gotas gigantes, o mega gotas) que
llegaron a medir un centímetro, o sea 20 veces el tamaño de una gota promedio. Pero
lo normal es que con sus 0,5 mm tengan
el peso suficiente para precipitarse a tierra. Lo demás es lluviosa obesidad.
Estas gotas
aparecen por la condensación del vapor de agua contenido en las nubes.
Asunto de cantidad
La lluvia es fundamental para la vida. Un año sin lluvia en el planeta y la hambruna acabaría
con buena parte del planeta. Dos años
sin una gota de lluvia, ni hablar de lo
que pasaría.
Pero pese a su
importancia fundamental para la vida, la
lluvia por lo general suele ser polémica. A los
poetas, románticos y melancólicos les suele agradar. Los niños por lo
general gozan un mundo corriendo bajo la lluvia.
Otros, sin embargo, la odian. Incluso cuando
llueven dicen que hay “mal tiempo”.
Parece que lo que más enfada es la cantidad y la
duración, cuando ambas son excesivas para el gusto de la mayoría. Una lluvia
muy fuerte o una muy prolongada, aunque sea suave, suelen disgustar a muchos. Algo así como
“bueno es el cilantro pero no tanto”.
¿Y cómo medirla para saber si es mucha? La cantidad de
lluvia que cae en un lugar se mide con unos aparatos llamados pluviómetros. La
medición se expresa en milímetros de agua y equivale al agua que se acumularía
en una superficie horizontal e impermeable de 1 metro cuadrado durante el tiempo
que dure la precipitación. Un litro caído en un metro cuadrado alcanzaría una
altura de 1 milímetro. Si un pluviómetro recoge más de 30mm en una hora
o incluso si supera los 60 mm (es decir
60 litros de agua por metro cuadrado)
estamos en presencia de una lluvia muy fuerte o torrencial. Como dijo alguien
en una
película: “tenemos un problema”.
Es decir, sí estamos en el lugar
equivocado en el momento menos recomendable, como por ejemplo el cauce de un
río, en las riveras
de una torrentosa quebrada o en una
zona propensa a las inundaciones, entonces cada gota de lluvia nos puede saber
amarga.
La tierra
es una
esponja
La lluvia, en su caída, se distribuye de forma
irregular: parte la aprovecharán las plantas, parte aumentará los caudales de
los ríos por medio de los barrancos y escorrentías que, a su vez aumentaran las
reservas de pantanos y embalses y la mayor parte se infiltrará a través del
suelo, discurriendo por zonas de texturas más o menos porosas que formará
corrientes subterráneas que irán a parar o bien a depósitos naturales con
paredes y fondos arcillosos y que constituirán los llamados yacimientos o pozos
naturales, o acabarán desembocando en el mar.
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