lunes, 27 de enero de 2014

Cuando un árbol cae, un desastre aparece


 En Venezuela no tenemos una cifra o relación estadística que indique hasta qué punto la deforestación incide en la ocurrencia de desastres. Lo que sí parece estar clara es la relación entre estas dos variables a tal punto que en países como Bolivia se estiman que la mayoría de los eventos que terminaron en tragedia, estuvieron motivados por la tala indiscriminada.



Derrumbes, inundaciones, sequías, vientos huracanados y un sin fin de desastres provocaron el pánico de la población boliviana en todas sus regiones. Innumerables respuestas surgen para explicar los fenómenos:“Castigo de Dios”, “Continúa el fenómeno de La Niña”, “Se acerca el 2012”, “Es el descuido de las autoridades”, y “La basura” son algunas de las respuestas que surgen entre la población.
“El 70 por ciento de los desastres son atribuibles a la deforestación de bosques y áreas verdes; el restante 30 por ciento a la contaminación de vehículos, empresas y otros”, explica el director de Recursos Naturales, Medio Ambiente y Agua de la Gobernación de Cochabamba, Zenón Miranda.
En Bolivia, más de mil hectáreas de bosques por día, y alrededor de trescientas mil al año son deforestadas, según el informe de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT).
“Las consecuencias vienen en cadena, las cifras reveladas por la ABT revelan un gravísimo desequilibrio en el ecosistema”, acotó Miranda.

La ampliación de la frontera agrícola, los chaqueos, incendios forestales, la sobreexplotación de especies maderables, y la construcción de caminos son los principales factores para la pérdida de la reserva forestal.
En las laderas, la pérdida de masa boscosa reduce y elimina la infiltración del agua para alimentar las fuentes naturales de agua dulce, asimismo provoca que el caudal corra con mayor violencia ocasionando la pérdida de nutrientes y el arrastre de toda la capa cultivable.
“Siempre llovía fuerte, pero el río nunca crecía tanto y tampoco provocaba tanta desgracia”, cuestiona la concejal de Villa Tunari, Eusebia Fernández. El arrastre de estas capas de tierra aumentan la bravura de los ríos provocando los desbordes e inundaciones que afectan a las viviendas, cultivos y ganado, según la explicación de Miranda.
En las quebradas y riveras de los ríos, las comunidades rurales acostumbraban plantar árboles como el sauce, el molle y la qewiña para crear defensivos naturales y evitar el desborde o los desmoronamientos. “Estas prácticas se están perdiendo porque la gente ya no trabaja, antes cada familia tomaba sus previsiones o se organizaba a nivel comunal. Ahora sólo esperan que las autoridades hagan todo”, reprocha el agrónomo, Orlando Zambrana.
Los árboles servían además, de cortina rompevientos, su eliminación ha deribado en la aparición de un nuevo fenómeno que aqueja al Trópico, los vientos huracanados.

La absorción del dióxido de carbono en el aire, es otra de las principales funciones para evitar el daño en al capa de ozono y las afecciones a la salud. “Si no hay absorción del dióxido de carbono, el daño a la capa de ozono se agrava, con ello el calentamiento global, y provoca el deshielo y consecuentemente la escaséz de agua”, explica Miranda. 
Autora: Zulma Camacho g. zcamacho@opinion.com.bo 
Publicado originalmente en el sitio web: www.opinion.com.bo

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