El siguiente
trabajo ha sido tomado por su actualidad y vigencia sobre un aspecto que corre
paralelo, cual verdadera falla, junto al tema de la respuesta organizada ante
los desastres ¿Contribuyen a crear consciencia o inmovilizan las películas
sobre desastres que vemos en las pantallas del cine? Marcelo Stiletano,
articulista del Diario La Nación, revisa
esta cuestión a la luz de dos estrenos cinematográficos anunciados para este
año.
La película Everest se asoma en los cines este año, con una propuesta sobre los efectos de la altura.
Por:
Marcelo Stiletano
mstiletano@lanacion.com.ar
En
la tarde del jueves 23 de abril, tres días después de haber sido consagrado
como el "director internacional del año" en CinemaCon, la convención
anual de los dueños de cines en Estados Unidos, el islandés Baltasar Kormákur
vaticinó desde un salón de Las Vegas que su nueva película será "una gran
y estremecedora aventura dramática con el tono íntimo de una producción
independiente". Esas palabras sirvieron como presentación de Everest,
cuyas imágenes se exhibieron allí, por primera vez, ante algunos de los nombres
más poderosos de Hollywood.
Everest
recupera en el cine una historia real de sobrecogedores ribetes narrada en un
extraordinario libro, Mal de altura. Su autor, el periodista Jon Krakauer, fue
uno de los sobrevivientes de la catastrófica expedición al Everest de mayo de
1996, en la que murieron 12 personas. El trágico hecho hizo que el mundo
descubriera que el pico más alto del mundo se había convertido en un destino
cada vez más masivo, casi turístico, y desató un debate que perdura hasta hoy:
¿tiene sentido que personas sin otra experiencia en la máxima exigencia de la
alta montaña que el entusiasmo, se propongan llegar a la cima del Everest
guiados por expertos sólo porque tienen dinero para pagarlo?
Krakauer
comienza la novela con un espeluznante relato sobre lo que experimenta un
organismo en la cima del mundo. "A 8848 metros, en la troposfera, me
llegaba tan poco oxígeno al cerebro que mi capacidad mental era como la de un
niño retrasado. En aquellas circunstancias, poca cosa podía sentir a excepción
de frío y cansancio", escribe. No se trata de un simple triunfo deportivo.
Es una cuestión de vida o muerte.
Quienes
vieron el anticipo de Everest e imaginaron otro triunfo del cine de gran
impacto, con el público entusiasmado por el dramatismo de la historia y la
crítica atenta al trabajo de un realizador europeo de origen independiente
junto a un elenco de confiables estrellas (Jake Gyllenhaal, Robin Wright, Josh
Brolin, Jason Clarke, Keira Knightley), dejaron muy pronto de pensar en el
espectáculo y empezaron a angustiarse con la realidad. La película se estrenará
en la Argentina el 17 de septiembre.
Dos
días después de la triunfal presentación de Kormákur, la tierra se movió en la
puerta del Himalaya como nunca desde 1934. El terremoto de magnitud 7.9 que golpeó
a Nepal el 25 de abril dejó un saldo todavía provisional de 8.413 muertos,
17.576 heridos, 260 desaparecidos y una estela de destrucción y dolor. Muchas
de las víctimas fueron sorprendidas por aludes provocados por el estertor en
las alturas del Everest mientras aguardaban en el campamento base el momento
del ascenso.
Con
la imagen constante de la desolación impresa en todas las pantallas, los mismos
ejecutivos que horas antes aplaudían en Las Vegas se vieron forzados a armar
reuniones urgentes en Hollywood con sus expertos en marketing. Había que hacer
algo con la promoción de un nuevo jubileo del cine catástrofe. Las decisiones
no se podían demorar ni un minuto. Faltaba bastante para septiembre, mes de
estreno para Everest, pero un nuevo actor aparecía, ominoso, en un horizonte
todavía más cercano. El próximo gran tanque de Hollywood es Terremoto: la falla
de San Andrés (estreno en la Argentina, 28 de mayo), cuya trama se torna
todavía más sensible tras la hecatombe de Nepal.
Quienes
viven en California se miran todo el tiempo en ese espejo, eje de la aventura
protagonizada por Dwayne Johnson, el máximo héroe actual del cine de acción en
Hollywood. Hace años que esperan el Big One, un terremoto de poderío destructor
al menos equivalente al ocurrido en Nepal. "Es inevitable que un temblor
de ese tamaño nos golpee algún día. Puede ocurrir esta misma noche o dentro de
100 años", advirtió el geofísico David Oglesby, uno de los muchos
especialistas consultados en los últimos días, cuando renació en California la
necesidad de certezas en estas cuestiones.
Ni
Warner postergará el estreno de Terremoto ni Universal hará lo propio con
Everest. Los estudios mantuvieron las fechas originales, los posters y los
trailers de ambas películas, pero modificarán algunas estrategias
promocionales, procurando no afectar sensibilidades e incluyendo información
sobre cómo ayudar ante una emergencia así.
De
esta manera sigue inalterable una máxima histórica sellada a fuego en Hollywood
y expresada por el escritor Wheeler Winton Dixon a The New York Times: "La
gente va a ver cine catástrofe para probarse a sí misma que puede atravesar el
peor daño posible y sentirse en algún punto inmortal". Eso explica también
tanta autorreferencialidad: sólo hay catástrofe (y posible salida) en ciudades
de Estados Unidos. Casi nunca en el resto del mundo.
Pero
también desde el cine hay otra explicación, más cínica para algunos, más
certera para otros, sobre esta actitud. La expresa Christopher Nolan a través
de Michael Caine como Alfred, el mayordomo de Bruno Díaz, en Batman: el
caballero de la noche. Frente al mal absoluto representado por el Guasón, dice:
"Hay hombres que solamente quieren ver arder al mundo". / El texto
original de esta nota fue publicado en: http://www.lanacion.com.ar/1791461-desastres-en-la-pantalla-y-en-la-realidad. / El
autor Marcelo Stiletano escribe la sección Entrelíneas para el Diario La
Nación, de Argentina.
La
costa Oeste de los Estados Unidos se apresta a una nueva demolición en las
pantallas cinematográficas.
Masoquismo frente a
la pantalla
“Hay
una ola de extraño masoquismo, extendida sobre todo en Los Angeles y
protagonizado por gente que se regodea contemplando las ruinas de la capital
mundial del entretenimiento, víctima de todo tipo de ataque. Por allí pasan
todo el tiempo hordas de monstruos, zombies, alienígenas y toda clase de
criaturas depredadoras (incluidos los terroristas), sin contar una multitud de
huracanes, tornados, avalanchas, tsunamis y estallidos volcánicos. Devastadores
en todo sentido, pero al fin y al cabo meros apéndices de la madre de todos los
desastres: el terremoto”. / Marcelo Stiletano
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