El peor evento natural del 2013 dejó algunas pistas que
pueden ayudar a mejorar la información pública
El tifón Haiyan (Yolanda, según otras
denominaciones) tuvo un efecto letal pese a haber sido monitoreado, día a día,
por organismos y gobiernos. Algunos expertos destacan una serie de situaciones
que ayudaron a crear las condiciones sociales para tanta destrucción. El poco
acceso a la información preventiva y mensajes pocos claros se cuentan entre los
errores.
Adelfo Solarte
adelfo.solarte@gmail.com
En la lista de desastres a partir de
eventos naturales sucedidos en el mundo en el recién finalizado año 2013, no
cabe duda de que el Tifón Haiyan, que devastó parte de Filipinas en noviembre
pasado, ocupa el primer lugar.
Cuando Haiyan muestre ante la historia
su tarjeta de presentación ésta dirá que dejó 6.183 muertes confirmadas, 1.785 desaparecidos,
29 mil heridos, 16 millones de personas afectadas y daños por valor de 831millones
de dólares, según el último balance del Gobierno de Filipinas, emitido a
comienzos de año, dos meses después de lo que para ese país del sur del
Pacífico califica como su peor desastre.
Haiyan logró esos impresionantes
números a partir de su inusual fuerza como fenómeno meteorológico lo que le dio
el rango de tifón más mortífero en la historia de las Filipinas, el más intenso
en la historia en tocar tierra y el
cuarto más intenso en la cuenca del Pacífico.
Si tomamos en cuenta que la región
donde se ubica Filipinas – o sea el
sudeste asiático - es la más intensa del mundo en cuanto a ocurrencia de
tifones, ya que en un año promedio tiene
27 meteoros con nombre, veremos porque Haiyan es ahora una palabra fija en la
historia meteorológica de la humanidad.
Expertos, como el meteorólogo norteamericano Timothy P.
Marshall, han explicado que el poder de
Haiyan surgió de la convergencia de varios factores entre los que destaca unas
aguas oceánicas cálidas que aumentaron la potencia del fenómeno. Este elemento le dio al evento una de sus
particularidades: la de generar vientos récords de hasta 315 kilómetros por
hora.
Por cierto que Haiyan fue un detonante
igualmente potente – pero también polémico - de la discusión mundial en torno a
los reales alcances de los efectos del cambio climático y en específico del
calentamiento global.
Es decir, el tifón Haiyan, es tema obligado en la discusión internacional sobre
los desastres, sus causas y sus efectos.
Precisamente por este protagonismo e
importancia, Discovery Channel presentó,
la semana pasada, un programa especial de una hora denominado “El Mega tifón de
Filipinas”, en el que, con la ayuda de varios científicos analizó como pudo ser
posible el surgimiento de una tormenta tan colosal. El programa también reveló
los hechos científicos detrás de su devastador y mortal poder, y de la cadena
de eventos que propició su aparición.
Aunque no fue el motivo central del
programa, de las intervenciones de varios especialistas, entre los que destacan
el oceanógrafo Simon Boxall, el meteorólogo Timothy P. Marshall y el vocero y
empleado de Pagasa, Centro Meteorológico de las Filipinas, Christopher Pérez,
se puede apreciar que además de las condiciones físicas y meteorológicas
medidas, existieron algunas condiciones sociales que permiten acercarse a una
respuesta del porqué hubo tantas muertes.
Y en esa revisión, se puede establecer
la ausencia de de una comunicación eficiente y efectiva como parte de la
vulnerabilidad que disparó la ya de por sí redimensionada amenaza,
personificada por el tifón Haiyan. De las intervenciones de los expertos en el
programa “El Mega tifón de Filipinas” elaboramos una lista de cinco situaciones que aparecen
aludidas de forma aislada en el programa pero que, unidas aquí, permite
reconocer a la “incomunicación” como
un factor de incidencia en el nivel de
letalidad de este evento.
La
TV… ¿Y otros medios?
Días antes de la tragedia generada por
el paso del tifón Haiyan, el gobierno filipino había activado una campaña televisiva
en la que conminaba a la población a tomar las precauciones ante la inminencia
de un tifón con todas las características de una “mega tifón”.
El problema aquí fue que en
muchas aldeas pobres, ubicadas sobre la
costa, la población, extremadamente pobre, no tenía aparatos de TV como para
enterarse o seguir esas recomendaciones.
Probablemente – esto requeriría una
investigación más detallada – faltaron medios más ajustados a las
características de la comunidad, como por ejemplo el perifoneo, que replicara,
ya en una forma más sencilla, lo que la TV transmitía.
¿Entendían
todos?
En
Filipinas se hablan más de 170 lenguas
autóctonas, casi todas del grupo filipino. Oficialmente sólo el filipino
y el tagalo son reconocidas por las autoridades, junto al inglés como idiomas
para todo el país.
Esta coexistencia de más de 170
lenguas autóctonas de origen malayo-polinesio es un reto comunicacional.
Algunos especialistas estiman que muchas aldeas no comprendieron con claridad
los mensajes previos a Haiyan, pese a estar expuestos a las informaciones.
Lo
técnico sobre lo comunicacional
Para los expertos, la “marejada
ciclónica” generada por los fuertes vientos de Haiyan, fue la responsable del
mayor porcentaje de muertes, sobre todo en las áreas bajas de la parte este de
la ciudad de Tacloban, al oriente de Filipinas.
Pese a saberse de la posibilidad de
una inusual marejada ciclónica, la información sobre este subproducto del
tifón, no fue transmitida de forma clara. Lo propios expertos consideran que el
término “marejada ciclónica” no le decía mayor cosa a los ciudadanos y que hubiese
sido preferible usar referencias a que sobre las costas se sentirían los
efectos de iguales a un “tsunami”, aunque no fuese este precisamente el fenómeno que se presentaría.
En definitiva, la claridad
comunicacional, el carácter diáfano de lo que se quería decir, debió estar por
encima de las denominaciones técnicas, al menos en el discurso informativo de los medios.
Tifón:
eso ya lo sabemos
Otro elemento comunicacional no considerado – a partir de lo expresado por
los expertos en el programa de Discovery Channel – es que en la información se
habló del advenimiento de un tifón, y que tal anuncio no generó ninguna
motivación especial para una población acostumbrada a lidiar con hasta una
veintena anual de este tipo de fenómenos.
Parece que las condiciones particulares que auguraban un “mega
tifón” no quedaron claramente expuestas por
lo que la gente no consideró la
situación que se avecinaba como algo fuera de lo común.
La
pobreza condicionó las decisiones
Al igual que ocurre en muchos países como Venezuela,
aquellos que comprendieron el riesgo que implicaba quedarse en una zona tremendamente vulnerable,
tomaron una decisión insólita a los ojos de lo que viven en naciones
desarrolladas: quedarse en el lugar del
peligro.
Para algunos
expertos filipinos, dedicados a analizar los desastres, muchas familias pobres
no tienen propiedad sobre sus viviendas y tal situación pudo llevar a miles a
preferir quedarse para defender ese
pedazo de tierra - cuya única
posibilidad de reclamo es la ocupación
misma -
antes que buscar refugio.
Una experta lo dijo
en estos términos: “El terror que se produce ante la posibilidad de perder la
casa es más fuerte que el terror ante el propio tifón”. Lidiar con este rango de prioridades sociales,
debe ser una realidad que asuman los constructores de los mensajes dirigidos mediante la comunicación masiva.